Había una vez una persona a la que no le importaba amar. No le daba miedo amar. Parecía muy pesimista pensar que el amor era aquella farsa de la que otros hablaban, que era aquel drama en los que muchos se encontraban. No, no podía ser así. El amor era como lo escribían: bello. Siempre ganaba. Así que no le daba miedo, lo hacía y ya.
Tomando como escuela los libros, la televisión, las historias felices; se dedicó a dar amor a diestra y siniestra. A repartirlo tal como lo entendía, como lo creía.
Y bueno, se imaginan como terminó, ¿no?
Pues mal.
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